Orígenes

Santos Fundadores
Nuestros orígenes retroceden hasta el año 1098 cuando un pequeño grupo de monjes, dirigidos por el abad Roberto, salieron del monasterio de Molesmes y se asentaron en un lugar llamado Citeaux, y que llamaron Novum Monasterium, para seguir allí la Regla de San Benito en toda su pureza. El relato está narrado en un texto fundacional llamado “Exordium Cistercii”, o en su versión más breve “Exordium Parvo”.

Esteban Harding
Los primeros años fueron difíciles, Roberto volvió a Molesmes, no se sabe si por petición de los monjes de Molesmes que pidieron al Papa su regreso o por la dificultad de la vida que había en el lugar, quedando como abad Alberico, elegido el año 1099, y a la muerte de éste, en 1109, le sucedió un monje inglés que pertenecía al grupo fundacional, Esteban Harding. Este último fue quien, en 1113, admitió al joven Bernardo de Fountains, hijo de una familia de hacendados borgoñeses, acompañado de treinta varones, varios de ellos de la misma familia.

Cister

Monasterios de Citeaux
Pronto comenzó Citeaux a fundar monasterios, primero La Ferté en 1113, al sur de Císter, todavía en la diócesis de Chalón. Tras La Ferté le sigue Pontigny, en 1114, y en 1115 surgen dos monasterios, Morimond y Claraval, este último con Bernardo a la cabeza, situado además en un lugar propiedad de su familia. A partir de aquí se irá expandiendo la Orden.

San Bernardo de Claraval
Al morir san Bernardo en 1153, la orden cisterciense estaba extendida por toda Europa con trescientas cuarenta y tres abadías. ¿Cuál fue la explicación del éxito tan espectacular? Por un lado, su universal atractivo en todas las capas sociales, ya que abría el claustro al mundo campesino y artesano gracias a la creación e impulso de los hermanos legos que pudo captar bien la influencia de los cambios en el campo demográfico y económico de la Europa de la Edad Media. Además, el ingreso en la Orden desde un principio de clérigos y escolásticos atraídos sobre todo por la personalidad de san Bernardo.
Este monje ejerció una gran influencia en la sociedad de entonces, siendo el más señero apologista de la Orden. Durante treinta años fue mentor de papas, consejero de reyes y cardenales, y hacedor y deshacedor de obispos. Su predicación alentó a la nobleza de Francia y Germania a emprender la segunda cruzada. Además de sus escritos, cartas, sermones y tratados. La fama de Bernardo como predicador, su reputación de santo y sus legendarias mortificaciones dieron al ideal cisterciense una publicidad que sin él nunca hubiera tenido.